miércoles, 24 de agosto de 2016

Nuestra Triste Realidad Virtual (ó la Globalización de la Indiferencia)

"Es cierto que la actitud del indiferente, 
de quien cierra el corazón para no tomar en consideración a los otros, 
de quien cierra los ojos para no ver aquello que lo circunda
 o se evade para no ser tocado por los problemas de los demás, 
caracteriza una tipología humana bastante difundida
 y presente en cada época de la historia. 
Pero en nuestros días, esta tipología ha superado 
decididamente el ámbito individual para asumir una dimensión global
 y producir el fenómeno de la globalización de la indiferencia"

Papa Francisco en la XLIX Jornada Muncial de la Paz

Es innegable el efecto en las emociones de la gente que generan los vídeos virales en las redes sociales y en el Internet. Así la muerte de un gorila genera indignación, una madre golpeando a su hijo enojo evidente, un río contaminado abundante frustración y un acto de prepotencia la exigencia generalizada de justicia. En caso contrario un vídeo espiritual nos hace sentir bien, uno gracioso nos anima el día y un bebe recién nacido nos genera abundante ternura; y todas esas emociones nos suceden con frecuencia estando solos frente a la pantalla del computador o a la del teléfono celular. Aquí la gran pregunta: ¿Podría ser que el solo hecho de ver un vídeo "edificante" nos pueda hacer sentir tan bien que nos sintamos suficientemente satisfechos con nosotros mismos? ¿Que indignarnos frente a la pantalla por ser testigos "virtuales" de una injusticia nos sea suficiente? ¿Que darle me gusta, enojo, asombro, compartir, favorito etc. a un vídeo o a una causa nos haga activistas? 

Durante mucho tiempo en una organización de Derechos Humanos donde participé hablábamos de la necesidad de hacer visible a la sociedad casos de injusticia, que solo así podríamos generar apoyos solidarios; hoy esa visibilidad es real gracias a las redes sociales, sin embargo tristemente damos cuenta de que tal visibilidad en redes no se tradujo en apoyos solidarios para esas tristes realidades que viven muchas personas. La ecuación aquí dicta que un like es profundamente distante de un gesto activo de solidaridad. Y así podríamos ir desmenuzando cada gesto virtual frente a cada gesto real del individuo y quizás encontremos solo una disociación humana.

Un informe reciente revela que más del 60% de los niños y adolescentes de entre 11 y 16 años prefieren estar conectados a Internet que frente a un televisor. Y estos mismos niños y adolescentes afirman que estar "desconectados" es estar socialmente muertos. Añadamos a esto que ellos pasan más de 3 horas diarias conectados al Internet. Preocupante pensar que esa conexión virtual venga aparejada de una deshumanización que de pie a la globalización de la indiferencia de la que habla el Papa Francisco.

Debemos atravesar lo virtual para conectarnos de una manera real con el otro. Si un me gusta o compartir en redes es suficiente para darnos tranquilidad de conciencia, algo esta funcionando mal.

Para quienes caminamos en la FE, nos queda claro que toda el caminar de Jesús a lo largo de los evangelios fue mas allá de lo místico o sobrenatural, una autentica experiencia de misericordia (que es justo lo contrario a la indiferencia) frente al más pequeño. Jesús no resucita a Lázaro a distancia, ni a los ciegos, ni paralitico los hace ver o caminar a distancia, no, Jesús va al encuentro de ellos ó bien se deja encontrar por ellos. Incluso en el caso del hijo del oficial judío de Herodes Agripa a quien Jesús sana a distancia, el encuentro de la misericordia se da justamente con el padre.

Debemos en todo caso aprovechar lo virtual y conectarnos más intimamente con las realidades del mundo, aún y cuando existan cosas en él que no nos gusten, porque justo son esas áreas de oportunidad las que nos deben animar a construir la Gran Familia Humana de la que formamos parte. Es impostergable como dice el Papa Francisco "Vencer la Indiferencia y Conquistar la Paz"

Rezamos y Agradecemos Juntos!

lunes, 8 de agosto de 2016

Donde las Calles no tienen Nombre


…Quiero resguardarme de la lluvia venenosa
Donde las calles no tienen nombre…
…Te mostraré un lugar
En lo alto de la llanura desierta
Donde las Calles no tienen Nombre…


El título de esta reflexión lo tomé de una canción del grupo irlandés U2, de quien se dice que Bono su vocalista al escribir la letra se basó en dos experiencias que marcaron su vida; la primera las de las calles de Belfast en Irlanda del Norte donde con solo saber en que calle vive una persona se sabe también su religión y su posición social. La segunda el viaje con su esposa en una misión de ayuda humanitaria a un campamento de refugiados en Etiopía donde vivían cientos de miles de refugiados.

En algún punto parecen tristemente coincidir ambas experiencias con nuestro mundo actual; ahí  la triste e innegable realidad de la división de la sociedad. Alguien decidió poner al hombre etiquetas económicas, religiosas, ideológicas, deportivas, culturales y hasta de color de piel y lo que pudo ser una fortaleza en la riqueza de diferencias devino en una gran debilidad llena de desconfianza, desunión y división, partiéndonos así en miles, o cientos de miles de micro sociedades y porque no decirlo micro soledades.

Tengo la certeza de que somos muchos quienes deseamos derribar las cercas invisibles que nos dividen, las que generan violencia, las que no permiten la fraternidad, las que nos aíslan, con las que aislamos, las del ojo juicioso y justiciero, las que amurallan y etiquetan, las que condenan y empujan al exilio, las que arrancan siempre un pedazo de nosotros en el rechazo del “otro”, las del grito angustiado y el silencio prolongado, las de la marginación, las de heridas profundas y cicatrices dolorosas… Esas son las cercas que nos imposibilitan la construcción de una Gran Familia Humana… ahí Donde las Calles no tienen Nombre.

Para quienes caminamos en la fe, esas calles que no tienen nombre se hacen visibles en los pasos de Jesús entre cobradores de impuestos, judíos, samaritanos, romanos, etc. y esos pasos los podemos imitar con la formula de la misericordia planteada en Mateo 25, 31-46 (dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar al enfermo, visitar al preso y enterrar a los difuntos). Empezar a transitar por esas calles es impostergable.


Rezamos y Agradecemos Juntos!