lunes, 8 de agosto de 2016

Donde las Calles no tienen Nombre


…Quiero resguardarme de la lluvia venenosa
Donde las calles no tienen nombre…
…Te mostraré un lugar
En lo alto de la llanura desierta
Donde las Calles no tienen Nombre…


El título de esta reflexión lo tomé de una canción del grupo irlandés U2, de quien se dice que Bono su vocalista al escribir la letra se basó en dos experiencias que marcaron su vida; la primera las de las calles de Belfast en Irlanda del Norte donde con solo saber en que calle vive una persona se sabe también su religión y su posición social. La segunda el viaje con su esposa en una misión de ayuda humanitaria a un campamento de refugiados en Etiopía donde vivían cientos de miles de refugiados.

En algún punto parecen tristemente coincidir ambas experiencias con nuestro mundo actual; ahí  la triste e innegable realidad de la división de la sociedad. Alguien decidió poner al hombre etiquetas económicas, religiosas, ideológicas, deportivas, culturales y hasta de color de piel y lo que pudo ser una fortaleza en la riqueza de diferencias devino en una gran debilidad llena de desconfianza, desunión y división, partiéndonos así en miles, o cientos de miles de micro sociedades y porque no decirlo micro soledades.

Tengo la certeza de que somos muchos quienes deseamos derribar las cercas invisibles que nos dividen, las que generan violencia, las que no permiten la fraternidad, las que nos aíslan, con las que aislamos, las del ojo juicioso y justiciero, las que amurallan y etiquetan, las que condenan y empujan al exilio, las que arrancan siempre un pedazo de nosotros en el rechazo del “otro”, las del grito angustiado y el silencio prolongado, las de la marginación, las de heridas profundas y cicatrices dolorosas… Esas son las cercas que nos imposibilitan la construcción de una Gran Familia Humana… ahí Donde las Calles no tienen Nombre.

Para quienes caminamos en la fe, esas calles que no tienen nombre se hacen visibles en los pasos de Jesús entre cobradores de impuestos, judíos, samaritanos, romanos, etc. y esos pasos los podemos imitar con la formula de la misericordia planteada en Mateo 25, 31-46 (dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, visitar al enfermo, visitar al preso y enterrar a los difuntos). Empezar a transitar por esas calles es impostergable.


Rezamos y Agradecemos Juntos!

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