lunes, 13 de junio de 2011

Abandonando nuestros castillos

...Cuando el miedo nos termine por vencer
Y perdamos entusiasmo por crecer
Y lleguemos a perder la libertad.
Cuando no queramos ver el sol nacer
Y el silencio no podamos ya romper
Y nos venga a envolver la oscuridad...
Y palabras que no sepan mas que herir
Un vuelo que no podamos compartir
Ese puede ser el fin de un amor.

Canción: El fin de un amor-Daniela Romo


El joven príncipe Siddhartha durante 29 años no supo de dolor, de vejez, de pobreza ni de muerte. Su padre el rey lo mantenía en un palacio "blindado" de los dolores del mundo; sin embargo un día el joven príncipe escuchó cantar a una mujer historias de viejos pueblos y le nació el fuerte deseo de salir a conocer el mundo. A pesar de la oposición de su padre, el joven Siddhartha salió de aquel castillo y descubrió que la gente también era miserable, que envejecía, enfermaba, y moría; Entonces rodaron por primera vez en su vida lágrimas de sus mejillas al ver el dolor humano, y sentenció "Ellos soy yo, y yo soy ellos". Se vio sujeto a los mismos sufrimientos de los demás y supuso como valor más alto de todo ser humano el de la compasión. Así empezó su camino a la iluminación quien después sería Buda.

Esta semana tuve la oportunidad de participar en la marcha del consuelo por la paz con dignidad y justicia que encabeza el poeta Javier Sicilia, donde se escucharon más de una docena de testimonios de familiares víctimas de la violencia que impera en nuestro país, desde muertos hasta desaparecidos, y cada uno de esos testimonios caló muy hondo en mi corazón y en el de muchos que poco podían hacer para detener el brote de lágrimas al escuchar tan profundos relatos de dolor. Entonces uno de los oradores -Julián LeBarón-  con un alto grado de lucidez  dijo: "Somos una sociedad terriblemente ignorante y tristemente pobre; terriblemente ignorante porque no sabemos hacer comunidad y tristemente pobre porque no podemos hacer humanidad, nos cuesta reconocer en el "otro" a un ser humano".  Entonces reconocí tristemente muchas ausencias en aquella plaza, a la que a la voz del dolor de muchos solo se sumaron pocos.

Pienso que como Siddhartha, también tenemos nuestro castillo que nos blinda de ver, pensar y actuar. También sospecho que muchas de esas paredes están construidas sobre el miedo que se vuelve egoísta. Quizás si nos interesamos en conocer del dolor ajeno, también podamos reconocer que el que sufre es parte de nosotros, hacer humanidad y que sea el inicio de hacer comunidad.

"Señor Jesús, tú que abrazaste a los más miserables, a los olvidados, a los marginados, restituyéndoles toda dignidad, ayúdanos a romper miedos y egoísmos, a conocer y abrazar a quienes sufren porque ese abrazo  me dará consuelo, paz y fuerza para amar." Amén.

Rezamos, lloramos y agradecemos juntos!


1 comentario:

  1. Con razón los castillos nunca han sido lo mío, han de ser bastante aburridos sin los y las otras.
    Gracias por compartir, por rezar, llorar y también por reír.

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