lunes, 27 de septiembre de 2010

¿Qué ve Don Emilio?

31 Agosto 2010
Cabello canoso, de ojos pequeños negros y profundos, se encorva al caminar con su bastón, y siempre que lo he visto usa unas viejas sandalias. Lo había visto antes en la parroquia, pero nunca lo había observado y menos había imaginado que tuviera tal edad.
Fue en una hora Santa en que llegué y note su presencia en la tercera banca, lo vi de rodillas durante casi toda la hora santa y debido a su notable vejez, me sorprendí mucho; Le vi su mirada fija en la presencia de Jesús Eucaristía, nada le distraía, ni los niños aquellos que jugaban dos bancas delante de él, ni las dos o tres personas que entraron y salieron del sagrario durante la hora santa. Algo vi especial en él, y durante aquel tiempo estuve observándolo; cuando  el Sacerdote retira a Jesús de la custodia  Don Emilio observaba fijamente de rodillas, entonces pude ver que veía algo más que muchos de los que estábamos ahí, le vi seguir con la mirada atenta de enamorado al custodio del pan consagrado, durante su recorrido hasta el sagrario que estaba justo frente de él; yo miraba absorto a aquel hombre viejo, cuyas fuerzas físicas eran superiores a muchos de los que estábamos ahí y a quienes las rodillas nos reclamaban descanso. Cuando nos pusimos de pie mi primer impulso fue el de ir a su lugar y ayudarle a ponerse en pie, y justo avanzaba hacia él cuando apoyado por su viejo bastón lo hizo él solo, y así a paso lento poco a poco se fue alejando de aquella parroquia. Esa noche me sentí nuevamente evangelizado…
Yo esperé en la parroquia al sacerdote  con quien tenía una cita previa, y le narré lo sorprendido que quede con aquel anciano; el sacerdote me sonrió y me dijo: “Don Emilio tiene 106 años, viene a misa todos los días, y además viene a todas las misas, a la de la mañana y a la de la tarde, nunca falta a una cita con el Señor, es su alimento más importante del día, como si fueran sus dos comidas”. La revelación de la edad de aquel hombre me hizo dar gracias a Dios por permitirme a mí también “ver”.
Cada vez que voy a misa a esa parroquia, ahí está Don Emilio, con sus más de cien años concentrados en la mirada, esa mirada fija en el altar, en Jesús, en mucho más, sin prisas y sin pausas, un enamorado seguro, cierto de ser correspondido, amado y acompañado, todo en un silencioso acto. Y aunque deduzco algunas cosas, mi corazón siempre se pregunta: ¿que ve Don Emilio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario